Cartas a mi pueblo
Por Manuel Yóplac Acosta
Carta 1006
08/09/2025.
Vivo en Chachapoyas hace más de 21 años y siento que parte de mi corazón pertenecen a este bello espacio-tiempo de vida. Cuando digo Chachapoyas, no solo me refiero a la ciudad de Chachapoyas, sino a la cultura Chachapoyas que involucra a un vasto y rico territorio de la parte nororiental de nuestro Perú. Pero en esta oportunidad quiero referirme solo a Chachapoyas como ciudad.
Aunque el capitán español Alonso de Alvarado en 1538 fundó una Chachapoyas españolizada, Chachapoyas sueña con peruanidad, pues, sigue acogiendo provincianidad, muestra de ello son las urbanizaciones que aumentan cada vez más y que son el sostén social de la ciudad.
Aunque nos gobiernen casi siempre los que no saben gobernar, todavía en Chachapoyas gobierna un poco de solidaridad, reciprocidad y la buena vecindad.

Aunque el Jr. Amazonas y su plaza de armas sean sinónimo de Chachapoyas -la colonial-, hay en sus cerros una nueva Chachapoyas marginal que se levanta pujante día a día.
Aunque en Chachapoyas la mayoría de sus calles son cocheras públicas, Chachapoyas es una ciudad que se puede caminar sin miedo a los robos, asaltos; todavía podemos respirar seguridad.
Aunque la ciudad de Chachapoyas solo se produzca abundante burocracia, en Chachapoyas aún se puede comer ricos y frescos panes, humitas, quesos, mote, variadas frutas, gallina de corral, cuyes, trucha y cientos de sanos y sabrosos alimentos.
Aunque en Chachapoyas haya más discotecas que bibliotecas, Chachapoyas tiene su universidad pública que alberga a los jóvenes que son la esperanza para Amazonas y el Perú.
Aunque Chachapoyas tiene su vergonzoso Rondón (la catarata de basura más grande del Perú), en Chachapoyas, se respira aún aire fresco, se visibiliza hermosos paisajes y se camina por sus limpias calles.
Aunque en Chachapoyas se cortó cientos de pinos para construir casas, Chachapoyas aún puede llamarse ciudad jardín gracias a los patios y balcones enverdecidos por lo que nos resistimos al cemento puro, al puro fierro.
Aunque en Chachapoyas cada lluvia crea ríos por sus calles; la lluvia, las nubes y el sol nos regalan un clima sano y acogedor.
Aunque en Chachapoyas no descansa junto aun río sino en una pequeña colina, en Chachapoyas se puede casi asegurar que el agua fluye todo el día por los caños de las casas.
Aunque Chachapoyas sea un dormitorio turístico, los que vivimos aquí podemos disfrutar por su cercanía de Kuélap, cataratas, lagunas, aguas termales u otros cientos de bellos lugares.
Aunque en Chachapoyas Electro Oriente nos tenga acostumbrado a los apagones, aún la luna llena y las estrellas iluminan hermosamente la noche más oscura.
Aunque en Chachapoyas cada vez se llena de taxis y automóviles, aún en Chachapoyas se puede cruzar toda la ciudad a pie, y mejor aún se puede caminar en el Jr. Amazonas casi sin perturbación alguna.
Aunque en Chachapoyas abundan los cuetes y ruidos abrumadores, en esta pequeña ciudad aún podemos disfrutar de la música natural de cientos de aves.
Aunque en Chachapoyas las veredas y calles sean angostas y cortadas, aun así, podemos caminar saludando al vecino, recibiendo un silbido, sin miedo al asalto violento.
Aunque en Chachapoyas el Teatro municipal solo fue de un entusiasmo pasajero, aún se puede disfrutar de arte y cultura, gracias principalmente, a las iniciativas particulares de unos pocos.
Aunque en Chachapoyas haya muy pocos espacios de recreación para los niños, por fin se reaperturó el Parque Belén, un pequeño lugar de refugio de los niños.
En fin, en medio de las contradicciones, en medio de la nube y el sol; Chachapoyas es aún un hermoso lugar para vivir; Chachapoyas es un hermoso lugar para visitar; Chachapoyas es aún un hermoso lugar para morir.



